
- Dice Antonio... :
(...) Soy el que habita. Os
tomo sobre la tierra fría. Oh pueblo desolado, extraviado en la
noche, moho de las
hendiduras de la corteza que retiene todavía un poco de agua en la
vertiente de las montañas
que cae hacia el desierto.
Yo os digo: "He
aquí a Orión y la Osa Mayor y la Estrella Polar." Y habéis reconocido
vuestras estrellas; os
decís uno a otro: "He aquí la Osa Mayor, he aquí a Orión y la Estrella
Polar", y al
poder decir: "He hecho siete jornadas de marcha en dirección a la Osa
Mayor" y al
comprenderos
mutuamente, he aquí que habitáis en alguna parte.
Así, con el palacio de
mi padre. "Corre se me decía cuando era
muy niñoa
buscar las frutas en la
despensa..." Y me despertaban, nada más que pronunciando esa palabra, el
olor.
Y partía hacia la patria
de los higos maduros.
Y si te digo `Estrella
Polar", viras entero, en ti mismo, como orientado, y oyes el
entrechocar de las
armas de las tribus del Norte.
Si he escogido la
meseta calcárea del Este para la fiesta, y la salina del Sur para los
suplicios y si de ese lote de
palmeras he hecho reposo y albergue para las caravanas,
entonces he aquí que
te reconoces como en tu casa.
Querías reducir esos
pozos a su uso, el cual es procurar el agua. Mas agua es lo que es
esencia del agua. Y no
es lo mismo no existir todavía que morir de sed.
Habitará mejor aquel
que, falto de agua, se seca en el desierto soñando con un pozo que
conoce, del que oye en
su delirio rechinar la polea y crujir la cuerda, que aquel que al no
sentir la sed ignora,
simplemente, que hay pozos tiernos hacia donde conducen las estrellas.
No honro tu sed porque
enriqueces tu agua con una importancia carnal, sino porque te
obliga a leer en las
estrellas, y en el viento, y en las huellas de tu enemigo sobre la arena. Por
eso es esencial que
comprendas que sería caricatura de la vida, para animarte, rehusarte al
derecho a beber; pues
entonces simplemente exaltaría tu vientre con el deseo del ;gua, sino
que importa
simplemente que te someta, si deseas abrevarte, al ceremonial de la marcha bajo
las estrellas y de la
manivela enmohecida, que es cántico que da a tu acto significado de
plegaria, a fin que el
alimento de tu vientre se haga alimento de tu corazón. (...)
(...)
Pero soy aquel que
habito, y no tocarás a tu mujer sino cuando se hayan celebrado las
bodas, a fin de que tu
lecho sea victorioso.
Y, por cierto, los hay que morirán de amor al no poder unirse; mas los
muertos por el amor serán condición del amor, y al condolerme de los que se aman los
favorezco para que soporten los diques y las murallas y el ceremonial que funda el rostro del
amor; no es el amor lo que les otorga, sino el derecho a olvidar el amor.
No seré menos loco que
si, con el pretexto que no todos pueden esperar poseer el
diamante, ordenara que
todos los diamantes fueran arrojados en el horno, a fin de salvar al
hombre de la crueldad
de su deseo.
Soy el que habita. Soy
el polo imantado. Soy la semilla del árbol y la línea de fuerza en
el silencio a fin que
sean un tronco, raíces y ramas y tales flores y frutos y no otros, tal
imperio y no otro, tal
amor y no otro, no por rechazo o desprecio de los otros sino porque el
amor no es una esencia
hallada como objeto entre los objetos, sino coronamiento de un
ceremonial como lo es
la esencia del árbol, el cual domina su esencial diversidad.
Soy la significación de los
materiales. Soy basílica y sentido de las piedras. (...)
(...)
Un poema perfecto que
residiese en los actos y que exigiese todo de ti mismo, hasta tus
músculos. Tal es mi
ceremonial.
Tenues ecos, esbozos
de movimiento, que anudo a ti con las palabras dotadas de poder.
Invento el juego de
las galeras.
Tú quieres participar e inclinar un poco los hombros.
Pero las reglas, pero
los ritos, pero las obligaciones, y la construcción del templo, pero
el ceremonial de los días,
ciertamente he ahí otra acción.
La escritura ha sido
convertirte a ellos haciendo que te conocieses poco así
transformado, y
esperar.
Y ciertamente, así
como puedes leerme distraído y no sentir, puedes experimentar el
ceremonial sin crecer.
Y tu avaricia puede morar cómodamente en la generosidad del ritual. (...)

(...) ¿Dónde se estableció pues que el don esencial es el don de la senda que seguir para
llegar
a la fiesta?
Y
primeramente, para juzgar tu civilización quiero que me digas cuáles son
tus
fiestas, qué gusto tienen para el corazón, y puesto que son instante de paso,
puerta franca, nacimiento fuera de la crisálida tras la mutación, de dónde
vienes y adónde vas.
Sólo
entonces sabré qué hombre eres, y si vale la pena que seas próspero en tu
salud, en el funcionamiento de tu vientre y en tu número.
Y
puesto que acontece que para que tiendas hacia tal senda es preciso que sientas
la sed
en
esa dirección y no en otra y que ella será suficiente para su ascensión, porque
guiará tus
pasos
y fertilizará tu talento como ocurre con la pendiente hacia el mar con que me
basta
aumentarte
para obtener de ti navíos, quiero que me ilustres sobre la calidad de la sed
que
fundas
en los hombres de tu dominio.
Porque sucede que el amor, esencialmente, es sed
de amor,
la cultura, sed de cultura, y el placer del ceremonial hacia la perla negra,
sed de la perla negra en el fondo de los mares. (...)